LITERATURA BRASILEIRA
Textos literários em meio eletrônico
Hay amigo para amigo, de Manuel Botelho de Oliveira
Edição de referência:
Música do Parnasso. Pref. e org. do texto por Antenor Nascentes. 2vol.
Rio de Janeiro: INL, 1953.
HAY AMIGO PARA AMIGO
COMEDIA FAMOSA Y NUEVA
HABLAN EN ELLA
D. Lope D. Leonor.
D. Diego D. Isabel
Rostro Flora
Puño Dorotea
JORNADA PRIMERA
Sale D. Diego, y D. Lope
D. Dieg. ¿Vos triste? ¿Vos congojado
¿Vos solícito al dolor?
¿Con desmayos la color?
¿Con alientos el cuidado?
Sin decirme la impiedad,
Tenéis voz de un sentimiento;
O es falso vuestro tormento,
O es falsa vuestra amistad.
Si sois mi amigo, es mal hecho
Que ignore tormento tal,
Pues, si ocultáis vuestro mal,
Ya me encubrís vuestro pecho.
Acabad pues de decirlo,
Para que lo sienta yo,
Que si un alma a vos me unió
Sin mí no podréis sentirlo.
D. Lop. Aquel, que si al pecho enciende
El mismo ardor, que desea,
Con llanto se lisonjea,
Porque del agua desciende.
Aquel, que niño se adora
En el alma, y con razón
Pues en la misma pasión
A un tiempo fere, y llora;
Aquel, que cuando ocasiona
Al pecho infelice estado,
Quizá se muestra vendado
Por no ver lo que apasiona;
Aquel, que flechando, enlea
De flechero la mentira.
Pues, si es flecha lo que tira,
Es incendio lo que emplea;
Aquel, que se muestra alado,
Alas queriendo lograr,
Porque pueda ventilar
De su fuego lo abrasado;
Aquel, que dando el desvelo,
Hacer en el alma sabe.
Lo que el Piloto en la nave,
Y lo que el Sol en el suelo;
Aquel, que en el corazón
Ostentando dulce enleo,
No deja de ser deseo
En la misma posesión.
Ya lo entendéis, el Amor,
Bien lo tengo declarado,
Duro tormento me ha dado
Por manos de su rigor.
D. Dieg. Pues decid, ¿quién es la dama
De tan amoroso fuego,
Que en grave desasosiego
Os comunica esa llama?
D. Lop. Como os propuse de amar,
Es justo el obedecer,
Porque es deuda del querer
La obligación de agradar.
No digo que me escuchéis,
Que supongo la atención,
Ni pareciera razón
Advertir lo que sabéis.
Cuando al dudoso resplandor del Alba
Hace festiva, si canora salva,
La dulce multitud de ruiseñores,
Saltando en ramos, y brincando en flores;
Que hasta las brutas aves
En acentos suaves
Saben a los crepúsculos del día
Festejar con el canto su alegría.
Al ignorado arbitrio del destino
Por un prado frondoso me encamino,
Dando verdes lisonjas a los ojos,
Para feriarle al alma desenojos;
Pues con lo verde de espesura amena
Se desnuda lo negro de una pena.
Pero a la vista lejos se me ofrece
Un bulto, que parece
Ser cadáver hermoso,
Que al trance riguroso
Si se atrevió a su vida Parca impura,
Temió lo celestial de su hermosura,
Como quien se decía a su desvelo:
No entra la muerte en el hermoso Cielo.
Llego más cerca, y con temores veo
Para gloria feliz de mi deseo
Una perla; es vileza
A su rara belleza:
Una rosa; yo miento
En su encarecimiento:
Un ramillete; sigo
Yerros, en lo que digo:
Un Ángel; calle el labio
Tan manifiesto agravio:
Una Diosa; ¡qué errores
Me dictan mis amores!
Pero, si la encarezco deste modo,
Digo que vi, porque lo diga todo,
Una perla, una rosa,
Un ramillete, un Angel, una Diosa.
Dormiendo pues estaba,
Y piadosa ostentaba,
Que negando a sus ojos las acciones,
Dejaba de matar los corazones;
Como quien les decía,
Cuando entonces dormía:
Flechados corazones, quiero agora
Dar de barato a vuestra vida un hora.
En fin yo suspendido
No creía al sentido,
Que viva me mostraba
La que muerta hasta allí representaba;
Pero cuando de amores me vi muerto,
Por lo que causa acierto,
Que la muerte a sus ojos no maltrata,
Cuando a mi pecho con sus ojos mata:
De suerte pues, que matadora siento
La que juzgaba muerta el pensamiento.
O, si supiera (¡qué dichosa suerte!)
Contaros el motivo de mi muerte;
Mas aunque, como es justo, no prosiga,
Es acierto glorioso que lo diga,
Pues repitiendo de mi amor la historia,
Se convierte placer lo que es memoria.
El cabello se esparcía
Con desaliño dorado
Por el cuello matizado
De las luces, que ofrecía:
Pero entonces parecía
(Viendo el cabello sutil
Sobre el cuello en rayos mil)
Que muestra en bello tesoro
A jurisdiciones de oro
Obediencias de marfil.
Dado su rostro al reposo,
Purpúreo lo considero,
Cuando en los ojos pondero
Cerrar de su luz lo hermoso;
Que en ocaso luminoso,
Como soles se ocultaron,
Pero, cuando se encerraron,
Como era ocaso de soles,
Los purpúreos arreboles
En su rostro se quedaron.
Las perlas, que envidia Aurora,
Para destilar al prado,
Con receloso cuidado
En sus labios atesora:
Porque como teme ahora
Que a su labio carmesí
Se atreva el Aurora allí,
Para que, pueda cogerlas,
Guarda el tesoro de perlas
En un cofre de rubí.
Su mano bella aplicando
A una mejilla, parecen
Cuando tan juntas se ofrecen,
Que estan allí platicando;
Pues blandamente juntando
Del sueño leyes forzosas,
La mano, y mejilla hermosas,
Allí con voces serenas
Hablaban las azucenas,
Y respondían las rosas.
Muchas flores se ofrecían
A besar su planta breve,
Y sin temor de la nieve
Junto a sus pies florecían;
Dije pues, cuando tenían
De sus plantas los favores:
No es mucho, si en resplandores
Reina de las flores es,
Que llegue a besar sus pies
El vulgo de aquellas flores.
Quedo pues en amores encendido,
Dulce socorro al niño dios le pido,
Que aunque de niño su favor no quiero,
Cuando dios es llamado, bien lo espero.
De mi voz suspirada Amor piadoso,
Le quita las prisiones del reposo,
Que como intenta su propicio celo
Introducir en ella su desvelo,
No es bien que la consienta sosegada,
Si pretende en su pecho hacer entrada.
Despierta en fin de aquel letargo breve
Y el Sol los rayos de sus ojos bebe,
Que es Águila en favor de luminoso
El mismo Sol de aqueste Sol hermoso.
Pensad lo que dirían mis temores
En concetos de estrellas, y de flores,
En discursos de Luna, y bella Aurora,
En requiebros de Venus, y de Flora;
Mas yo amante, ella hermosa, bien publico
Los mismos pensamientos, que no explico.
Auséntase después tan rigurosa,
Que desdeña mi voz por amorosa,
Que es usado capricho de una dama
Hacer ludibrio de amorosa llama.
Mas cuando della me averiguo ausente,
El corazón mayores llamas siente,
Que es el fuego de amor tan desusado,
Que obra con más ardor en lo apartado.
O cuantas veces le decía amante,
Cuando se ausenta, el corazón constante:
Si pretendes matarme desa suerte,
Vuelve los ojos, y verás mi muerte;
Mas; ¡ay! que agora (mármol sordo) cuando
Tú vas huyendo, tú me vas matando,
Que si otros matan, cuando van siguiendo,
Tú vas matando, cuando vas huyendo.
Pero vo no la sigo, porque creo
Que es contra su recato mi deseo,
Porque es razón de estado en quien bien ama
Estimar el recato de una dama.
En fin de allí me aparto, conociendo
El soberano Sol, en que me enciendo,
Pues sé que vive agora retirado
En la dichosa esfera de aquel prado;
Haciendo en luces tantas
Que brillen flores, que florezcan plantas.
D. Leonor se llama, a quien su estrella
Hizo discreta, y bella,
Pues, por lucir mejor una ventura
Quiso dar el ingenio a la hermosura.
Ésta es la dama, que a valientes ojos
Robô de mis sentidos los despojos;
Ésta la luz, y el norte, dulce amigo,
Que ciego busco, que constante sigo.
D. Dieg. Doña Leonor, a quién amo,
¿Es de D. Lope querida?
¿Dé mi amigo es pretendida
La dama, por quien me inflamo?
Grave empeño! ¿Qué he de hacer
En tan varia confusión?
Que el hilo de la razón
Mi sentido ha de perder.
D. Lop. Ya, D. Diego mi tormento
Logra en vos una fineza,
Pues os pudo mi tristeza
Motivar el sentimiento.
Que a los amigos se ordena,
(Si el sentir les pone en calma).
Pues son unos en el alma,
Sean unos en la pena.
Adiós, amigo. Váse D. Lop.
D. Dieg. Id con Dios;
Y el Amor en esa guerra,
Que sólo incendios encierra,
Gane la palma con vos.
A Leonor D. Lope quiere,
A Leonor D. Lope adora,
Por Leonor D. Lope llora,
Por Leonor D. Lope muere.
Yo también amo a Leonor,
Y soy de Leonor amado;
Ella estima mi cuidado,
Yo solenizo su amor.
Si yo pretendo olvidarla,
Porque la quiere mi amigo,
Lo traidor con ella sigo,
Pues quiero entonces dejarla;
Si soy traidor, es mal hecho,
(Cuando yo tal cosa emprenda)
Que las traiciones aprenda,
Para ser fino, mi pecho;
Si pretendo conservar
Este amoroso querer,
De mi amigo el padecer
No ha de Leonor estimar.
Si mi amigo no es querido,
Temo, que sienta su muerte
En uno, y otro mal fuerte,
Amante, y aborrecido.
Si muere, no he de seguir
De mi amor el dulce acierto,
Pues siendo mi amigo muerto,
¿Cómo he de entonces vivir?
De suerte, que yo no sé,
En mi amor, en mi amistad,
Lo que es justo a mi lealtad,
Lo que compite a mi fe.
Cielos, en dolor tan fiero
Si a dos empeños me inclino,
Quitadme el amor, que afino,
O la amistad, que venero. Váse.
Sale Rostro
Rost. Andad de priesa, pies míos,
Que la noche representa
En tanto horror mil espadas,
Que me buscan, y me cercan.
Sale Puño por otra puerta
Puño Bien obscura está la noche,
Que porque más la encarezca,
Me parece por lo obscuro
Un cultidiablo poeta.
Rost. Mas ay que se acerca un hombre.
Puño Mas ay que un hombre se acerca.
Rost. ¡Oh! si fuera muy cobarde!
P. ¡Oh! si muy cobarde fuera!
R. Recelo su fuerza hercúlea.
P. Recelo su hercúlea fuerza.
R. Volverle espaldas es justo.
P. Justo es que espaldas le vuelva.
R. Pero flaqueza parece.
P. Pero parece flaqueza.
R. Quién va, qué espera a decirlo?
P. Quién va, ¿qué a decirlo espera?
R. ¡Hay respuesta tan amarga!
P. ¡Hay tan amarga respuesta!
R. Bestia, ¿diga ya su nombre?
P. ¿Diga ya su nombre, bestia?
R. Plegue a Dios que sea Puño.
P. Plegue a Dios que Rostro sea.
R. ¿Es Puño?
P. ¿Es Rostro?
R. Borracho.
Morir ahora pudieras,
Si no te declaras luego.
P. Yo juro por mi nobleza,
Que pues no moriste ahora,
Tu muerte nunca la veas.
R. ¿Dónde vienes?
P. Vengo, hermano,
De rondar una mozuela,
Que fuera linda, bizarra,
Airosa, discreta, y bella,
A no tener una falta,
Que tanto a su boca afea.
R. ¿Y cuál es aquesa falta?
P. Y cuáles; ser pedigüeña.
R. Yo también ando con una,
Aunque yo solo me vea,
Y manco siempre en mi amor,
Porque ando mal en quererla.
¡Oh! como a mi bolsa flaca,
Su frentecilla serena
Siempre se muestra tan cara,
¡Que mil dineros me cuesta!
P. Ya las historias antiguas
Conmigo son verdaderas;
Pues soy caballero andante,
Cuando paso sus rejas.
R. Vamos d aquí, por si acaso
Un Orlando me acometa
Por mi Angélica angélica,
Que como el oro le suena,
Siempre Medoro me llama,
Con que soy Moro por ella.
P. Si ¿quién vá? nos preguntare
La justicia muy severa,
El conde de Puño en Rostro
Responderemos.
R. Es buena
La respuesta, por librarnos
De corchetes, que nos prendan
Después de soltar las bolsas.
P. Vamos pues, y alerta, alerta.
Digan arrogantes:
R. Soy tan valiente, que nunca
Me vió el rostro la pelea.
P. Soy tan diestro con mi espada,
Que huyo siempre con ella.
R. Yo soy vaca en el conflito.
P. Yo soy cordero en mis fuerzas.
R. Aunque todos me hacen rostro,
Le desharé sus cabezas.
P. Nadie pues a mí se oponga.
R. Nadie pues a mí se atreva. Vanse.
Sale Doña Leonor de mañana, y sola
D. Leon. Prado, que estás vestido
Con alegres colores
De fecundos verdores
Ve que Enero temido
Nieve sembrando, pierde
Con cándido rigor tu pompa verde.
Rio, que vas corriendo
Con pasos cristalinos
Por frondosos caminos,
Ve que el piélago horrendo
Te da, si te maltrata,
A vida de cristal muerte de plata.
Azucena, que al prado
Por fragrante, y nevada
Eres nieve animada;
Ve que te roba el hado,
Por dos causas violento,
La bella candidez, el dulce aliento,
Planta, que floreciente
Con juventud temprana
Eres pompa lozana;
Ve que Otubre inclemente
Te da, si te saluda,
A verde juventud vejez desnuda.
Rosa, que en tu hermosura
Por purpúrea, y fragrante,
Eres grana espirante;
Ve que tu desventura
Te otorga desabrida
A mucha gentileza poca vida.
Todo tiene mudanza,
A dulces alegrías
Son achaques, los días;
Nada firme se alcanza,
Dígalo, en voz quejosa
Prado, Río, Azucena, Planta, Rosa.
Sale Flora
Flor. Dime, ¿qué penas, Señora,
Te maltratan enemigas,
Si merezco que me digas
Lo que dices a la Aurora?
Siendo triste, tu belleza
Al nacimiento dei día,
Cuando en otros la alegria
¿Empieza en ti la tristeza?
D. Leon. No la sabré declarar,
Porque una pena al decir,
La sabe el pecho sentir
Mejor, que el labio explicar.
Mas decirtela es razón,
Que declarado un desvelo,
Camina siempre un consuelo
Desde el labio al corazón.
Bien sabes que amo a D. Diego
(¡Ay D. Diego de mi vida!)
Con firmeza tan lucida,
Que toda el alma es un fuego;
Sabes también que mi amor
Me paga sin trato doble,
Que quien se descubre noble,
No se enmascara traidor.
Soñando esta noche estaba.
(¡Ay rigor, ay tirania!)
Que muerto le conocia,
Si bien vivo se mostraba.
De suerte, Flora, de suerte,
Cuando el sueño me atormenta,
Su muerte se representa
En la imagen de mi muerte.
Sintiendo el rigor impio,
Si la noturna ocasión
Es sosiego al corazón,
Fué desasosiego al mio.
Levantéme condolida
(¡Ay amargo, ay triste lecho! )
Todo congojas el pecho,
Toda recelos la vida.
Cuando breves mis amores
Me prognostica este prado,
Cada flor a mi cuidado
Es un cometa de horrores.
Que voces en el jardin
Me dan hoy por recelosa,
La púrpura de la rosa,
Y la holanda del jazmin!
Cuantas veces mis temores
Llevados de una piedad,
Acusan la brevedad,
Mortal achaque de flores.
Juzga pues el pensamiento
Brevedades a mi amor,
Que el desmayo de una flor
Forma voz de un escarmiento.
Flor. De tal muerte la crueldad
Sin razón tu pecho hiere,
Pues lo que el sueño refiere,
Lo desmiente la verdad.
Demás, que no lo percibo,
Pues dices con modo incierto
Que le conocias muerto,
Si bien se mostraba vivo.
Nunca verán tus enojos
Lo que en el sueño has temido,
Que aunque es visión de un sentido,
No lo será de los ojos.
D. Leon. Ay, Flora, que con razón
Temo el mal, que en su desvelo
A las voces del recelo
Es eco la ejecución.
¡Oh! como igualdades,
Flora, La flor, y mi amor ofrecen,
Pues igualmente perecen
La, flor, y mi amor ahora;
Galán la flor se ostentó,
Galán mi amor se ostentaba,
La noche la flor acaba,
Mi amor la noche acabó.
Flor. Deja, deja los cuidados
Lesos recelos fingidos,
Desos males mal temidos,
Aunque de ti bien llorados.
No tarda mucho D. Diego,
Que como suele, vendrá,
Y amante sosegará
Tu vano desasosiego.
La sombra obscura, señora,
Con densos vapores hecha,
Queda en el aire deshecha
A bella luz, que la dora;
Será deshecha también,
Cuando viniere tu dueño,
La sombra de aquese sueño
A la luz de tanto bien.
D. Leon. Ya con vida le espero
Ya con el alma le aguardo,
Pues son cosas, que le guardo,
Porque con ellas le quiero.
Ya pues con deseos mil
Se me asegura un favor,
Que al Diciembre de un dolor
Llega de un bien el Abril.
Flor. Alivia la pena luego.
D. Leon. ¡Ah, si D. Diego viniera!
Flor. No sientas congoja fiera.
D. Leon. ¡Ah, si viniera D. Diego! Vase.
Sale D. Isabel y Dorotea
Dor. ¿Qué estás tan enamorada?
D. Isab. ¿Qué hé de hacer? Si el ciego Dios;
Desmintiendo lo divino,
Suele ostentar el rigor.
Dor. Y dime, ¿nunca D. Diego
Esa constancia pagó?
D. Isab. No es cosa nueva en los hombres
No pagar la obligación;
No quiere, porque es querido,
Que en causa de un disfavor,
Para bajar a lo ingrato,
Es lo querido escalón.
Dor. ¿Es ingrato, siendo noble?
No entiendo la sin razón;
Que lo ingrato no se escribe
En el papel del honor.
D. Isab. Mal haya pues Dorotea
La amistad, que motivó
Este cuidado sin pausa,
Este tormento sin voz;
Pues viéndole muchas veces
En mi casa, ocasionó
Curiosidad en mirarle,
Y escuchar su discreción,
Y de aqui tuve un deseo
Para mirarle mejor;
Deste deseo un agrado
Al alma mia llegó;
Finalmente del agrado
Vino (¡ay triste!) la afición.
Bien sé que dirás ahora
Que contra el recato: voy,
Si me expongo a los desaires
De una amorosa atención;
Pero si tu conocieras
El Flechero abrasador,
Yo te afirmo, y te encarezco,
Que no me culparás, no,
De aquesta flecha la herida,
De aquesta llama el ardor.
No puedo admitir consejos,
Que me intima mi blasón,
Porque al Monarca desnudo,
Como es del alma señor,
Juntamente con el alma
Le obedece la razón.
Demás, que cuando en lo amante
Le comunique un favor,
Queriendo con él casarme,
Ya que nobleza heredó,
Me defiende el Matrimonio,
Si me acusa la opinión.
Dor. No sé cómo amor le tienes,
Si desdenes ostentó,
Que un desdén sirve de nieve,
Cuando un afecto es calor.
D. Isab. ¡Ah! Dorotea, no digas,
Cómo amor le tengo yo,
Porque si el Amor es fuego,
Soplos los desdenes son;
Y si en las frías tinieblas
Luce más un resplandor,
También queda más brillante
Como luz una pasión,
Cuando de frios desdenes
Frias tinieblas sintió.
Dor. Pero si ves que la suerte
Te ocasiona la opresión,
No quieras más el afecto,
Pues te buscas el dolor.
D. Isab. Aunque al corazón maltrate,
Le conocerá desde hoy
Con amor, y con suspiros
Más valiente en su aflicción.
Viste una palma, que al aire
Con el pomposo verdor
Siendo sus plumas los ramos,
Es un frondoso pavón;
Tan bizarra, y tan hermosa,
Que en majestad superior
La República de plantas
Noble Reina la juró;
Si algún peso se le impone,
Se ostenta con más valor,
Que hasta una planta se indigna
De una humilde sujeción?
Y de aqueste movimiento
Contra el peso es la ocasión,
Que el Cielo la facultad
Del aire, y fuego le dió;
Ansí pues, si la fortuna
Impusiere al corazón,
Para humillarle el capricho,
El peso de su rigor,
Se mostrará más valiente,
Como palma, al peso atroz,
Con el aire de suspiros
Con el fuego del amor.
Dor. Busca en fin algún remedio
A la herida dese harpón.
D. Isab. He de pues mudar el nombre,
Por ver en esta sazón
Si la desdicha se muda,
Cuando el nombre se mudó;
Le dirás que Doña Elvira
A sus partes se inclinó,
Notando su gentileza,
Su nobleza, y discreción,
Y que en el hermoso prado,
Con él hablará mejor,
Si una obediencia merece
Quien un decoro arriesgó;
Y has de llevarle el recado
Con la promptitud mayor,
Que como él no te conozca,
Se asegura mi intención.
Dor. Para casos semejantes
El rebozo se inventó. Vanse.
Sale D. Diego, y D. Lope cono enfermo.
D. Lop. Siempre se precia de dura
Leonor bella a mi tristeza,
Que siempre fué la dureza
Hermana de la hermosura.
D. Dieg. Pues decid, que habéis de hacer
Si sentís lo riguroso; (aparte)
¡Oh si el cuidado amoroso
Le dejase de encender!
D. Lop. Si la porfia batalla
En la guerra de un rigor,
Siempre rinde su valor
De la esquivez la muralla;
Ostentando pues firmeza
He de ver, si venzo yo
Con porfia a quien, venció
Mi corazón con belleza.
D. Dieg. Ved, D. Lope, que se alcanza
Con la dama grosería,
Cansarla con la porfia,
Porque parece venganza.
Siempre tiene amor injusto,
Si es con ella porfiado,
Pues le motiva el enfado,
Y se le opone en el gusto;
Y amor no se ha de llamar,
Pues de amor no son costumbres,
Ocasionar pesadumbres,
A quien pretende agradar.
D. Lop. No paséis más adelante,
Que un afecto generoso,
Si pierde por amoroso,
Puede ganar por constante.
Con lo frágil de una flor
Mostrarse amante no es bien,
Cuando al soplo de un desdén
Se desvanece un amor.
Que flaco amor, sobre necio,
Aquese se llamaria,
Pues queda sin valentia,
Si le acomete un desprecio.
Y fino amante no ha sido,
Cuando deja el padecer,
Pues no quiso por querer,
Sino para ser querido
Si las porfias apura
Quien conquista una ciudad,
Sufra también la igualdad
Quien conquista un? hermosura.
Será después admitido
Lo fino de su cuidado,
Porque merece lo amado,
Como premio, lo sufrido.
La porfia, que en seguirla
Se empeña amorosa llama,
No es para enfadar la dama,
Es sólo para sufrirla.
Y tan fuera está cansarla,
Si el tormento amor adquiere,
Que quien sufrirla no quiere,
Muestra que no quiere amarla.
D. Dieg. No os replico, pero dad
Algún remedio al dolor,
Que si vos moris de amor,
Yo moriré de amistad.
Cuando vos estáis doliente,
Y el alma siente afligida,
No arriesgáis sólo una vida,
Dos se arriesgan juntamente.
Cruel en vuestro tormento
Con vos, y conmigo estáis,
Con vos, porque os maltratáis,
Conmigo, porque lo siento.
Por gran, lástima se advierte,
Si el amor matar os trata,
Pues ninguna pena os mata,
Sólo un gusto os da la muerte.
D. Lop. Si muero, D. Diego, es justo
El morir, pues se me ordena,
Si otros mueren de una pena,
Que yo me muera de un gusto.
Este amor en fin, que ofrece
Mi pecho a Leonor amada,
Moriré, si no le agrada,
Viviré, si le agradece. Vase.
D. Dieg. Amor empieza a mover
Contra amistad guerra dura,
Aquésta vencer procura,
Aquél procura vencer;
Si el amor quiero emprender,
La amistad estoy buscando,
Y en varia contienda, cuando
Una, y otra cosa emprendo,
Dejo lo que voy siguiendo,
Sigo lo que voy dejando.
¿Cuál ha de ser vitorioso
Decid, Alma, a mi dolor?
Venza el amor, que el Amor
Más que todo es poderoso:
Pero no, que es riguroso,
Si vence Amor; pues se advierte
Que mi amigo desta suerte
Ha de morir, y es injusto
Que cueste ahora mi gusto,
A quien bien amó la, muerte.
Venza la amistad: iras no,
Que con mi amor me desmiento,
Pues inconstante escarmiento
Lo que firme se juró.
Venza el Amor: pero yo,
Si el amor quiero estimar,
Con la amistad ¿qué he de obrar?
¿Qué ocasión he de seguir?
O mi amigo ha de morir,
O mi amor ha de acabar.
Venza la amistad, que fuera
Poca fe, si bien se infiere,
Si lo que mi amigo quiere,
Yo mismo no lo quisiera:
Demás que el pecho pondera
En amor desigualdad,
Pues halla mi voluntad
Para seguir el honor,
Sólo el gusto en el amor,
Y el honor en la amistad.
Leonor no se ha de quejar
De que pida a su belleza
El alma, que mi firmeza
Hasta aqui le quiso dar;
Que en amistad singular,
Que con, D. Lope tenia,
Era suya, y no podria
En la dulce ardiente llama
El alma dar a mi dama,
Pues el alma no era mia.
El Amor, en lo que veo,
No se queje, si consiento,
Al pesar del pensamiento
Dar lo, mismo que deseo;
Que doy mucho no lo creo,
Aunque Amor lo diga ansí,
Pues dando a D. Lope aqui
Lo que agradaba a mi fe,
Que mucho que un gusto dé
A quien un alma le di?
Ni hoy debo estar quejoso
De que Leonor compasiva
Con brazos de amor reciba
De mi amigo lo amoroso;
Pues si el primor generoso
De mi amistad pudo darle
Ser otro yo desearle
Leonor, no será perderme;
Pues no deja de quererme
Cuando se empeña en amarle.
Ríos, ya mi amor se llora,
Plantas, ya mi amor se aleja,
Flores, ya mi amor se deja;
Aves, ya mi amor se ignora;
Hombres en fin, se atesora
Vuestra afición la firmeza,
No me culpéis la extrañeza,
Pues si dejo mi afición,
Lo que en otros es traición,
En mi viene a ser fineza.
Vase D. Diego
JORNADA SEGUNDA
Sale D. Leonor, y Flora
D. Leon. Ya tarda D. Diego, cuando
Con tantas ansias le espero:
¡Oh cómo muchas tardanzas
Pensiones son de un deseo!
Flor. Estimarlas te conviene,
Que ese alivio pretendiendo,
La gloria aumenta de un logro,
De una tardanza el desvelo.
D. Leon. Dices bien, que en lo penoso
Sabe mejor, al tenerlo,
Con lo amargo de una pena
Lo gustoso de un consuelo.
Si quien un contento alcanza
Cuando otro gustaba es cierto
Que no se logra aplaudido,
Porque no viene a ser nuevo.
Agora es bien que en lo tardo,
Si el placer estoy previendo,
Se anticipe una congoja
Para aplaudir un contento.
Flor. Mas dejando aquesto a parte,
Sabrás, señora, que un pliego
Para ti me dió D. Lope,
La diligencia advirtiendo
Y con temor, y osadia,
Entre si tibio, y resuelto,
Dando el papel parecia
Que lo daba sin quererlo.
Mira, señora, la carta, (Dale)
Y en sus razones veremos
Si de D. Diego. su amigo
Son enemigos sucesos.
D. Leon. Leo el papel temerosa
Ya con mil sustos abierto,
Queriendo ver, se averiguo
Las desdichas, que no quiero.
Lee
Hermoso siempre, siempre atormentado
Tu rostro agrada, vive el pecho mio;
Róbame el alma, vence mi albedrio,
Sufre el rigor, estima su cuidado
Mi pecho amante es, tu rostro amado
En prisión dulce, en grave señorio
Tu rostro blando, tu rigor impio
Al pecho gloria da, tormento ha dado.
Con luz tu rostro, el pecho sin reposo
Externo resplandor, dolor interno
Muestra agradable, siente lastimoso;
Tiene con gracia pues, con mal eterno
Tu rostro bello, el pecho congojoso
El Paraiso alegre, el triste infierno.
D. Leon. ¿D. Lope aquesto me escribe?
¿D. Lope me escribe aquesto?
Cuando D. Diego me quiere,
¿D. Lope me está queriendo?
¿Esto es amistad? Oh siglo
Con tus engaños perverso
Que se juzgue por amigo
¿Un enemigo encubierto?
Oh costumbre de traiciones!
¡Oh tirania de enredos!
Que para hacer más seguros
Al corazón sus intentos,
¡Los causan, sin prevenirlos!
¡Los obran, sin conocerlos!
Cuando D. Diego me afirma
Con alto encarecimiento
Que es de antiguas amistades
La suya feliz compendio,
¿Cómo en D. Lope hallo ahora
Esta traición? ¿Cómo, oh Cielos,
Permitis corazón doble
Contra corazón sincero?
Mal haya el dia, en que viste
Mi presencia, amaneciendo,
Cuando en el Cielo la Aurora
En tu juicio el desacuerdo,
Con que formando palabras
De amoroso arrojamiento,
Quizá de tantas locuras
Se estaba Aurora reyendo.
Aunque a D. Diego olvidase,
Flora amiga, te encarezco
Que nunca viera D. Lope
El dulce amoroso premio,
Porque, cuando sus dobleces
Medrosamente estoy viendo,
Quien temo amigo alevoso,
Amante alevoso temo;
Que en su amor muchas traiciones
Por consecuencias infiero,
Que de un imperfeto amigo
Se hace un amante imperfeto.
Flor. Buenos amigos de ogaño
Juro por Dios que son buenos;
Pero alli D. Diego viene, Señora.
Sale D. Diego
D. Leon. Querido dueño,
De mi corazón la pena,
Y de mi pena el sosiego,
¡Oh cuánto me pesa! Oh cuánto!
(Si estuve yo padeciendo)
Sólo porque el alma es tuya,
Que la maltrate el tormento
¿Cómo tardaste? ¿qué hiciste?
¿De qué te muestras suspenso?
En el papel de tu rostro
Mi desdicha estoy leyendo,
Vuélvete, Flora, allá fuera, (vase)
Solos estamos, ¿qué es esto?
¿Tú con tristeza me miras?
¿Porventura tienes celos?
¿No sabes que soy constante?
¿No conoces los excesos
De mi amor? ¿pues cómo ahora
Te veo ansi? no penetro
De tus tristezas la causa;
Empieza, no tengas miedo,
Habla, dime, ¿qué has sentido?
No me encubras lo que siento,
Si encubres por no matarme,
Ya de sentirlo me muero;
Pero si no me declaras
El dolor, que estoy temiendo,
Hoy lo sabré de ti propio,
Si lo pregunto a mi pecho.
D. Dieg. Ya llegó, Leonor hermosa,
(No sé si decirlo puedo)
Al dia nocturna sombra,
Al Verano duro Invierno,
Al clavel desmayo triste.
A la llama fin violento;
Y por decir mucho en poco,
Mi amor se acaba, y te pierdo.
Mira ahora en lo que digo,
Si es mal para padecerlo,
Si es dolor para sentirlo,
Si es pena.
D. Leon. Basta D. Diego,
Que cada voz, que pronuncias,
Es un tósigo que bebo;
Pero cuando en mis firmezas
Con las montañas me apuesto,
No temas, D. Diego mío,
Que en amorosos empeños
Dia, Verano, clavel,
Y llama se acaben presto;
Pues para el dia le guardo
De lo firme el lucimiento;
Para el Verano las flores
De mis finezas prevengo;
Para el clavel en mi llanto
Vital rocio le vierto;
Para la llama en suspiros
Le estoy fomentando el viento;
Quiero decir que mi amor,
Como lo explicastes siendo
Dia, Verano, clavel,
Y llama firme, le veo
Con lucimiento, con flores,
Con agua, y viento, que ofrezco,
Cuando constancias apuro,
Cuando finezas conservo,
Cuando lágrimas derramo,
Cuando suspiros aliento.
Dime en fin el triste caso.
Que parece injusto efeto,
Que sobres para sentirlo,
Y faltes para exponerlo.
D. Dieg. ¡Ay! Leonora, que las voces
Me aprisiona el desconsuelo.
D. Leon. No lo explicas, y lo sientes;
¿Cómo, mi bien, cuando es menos.
No puedes dar al aviso
Lo que das al sentimiento?
D. Dieg. Sabrás pues que la fortuna
Por dar al amor, que tengo,
Las antiguas opresiones,
Que merece por discreto,
Ocasionó que mi padre
Con rigurosos precetos
Me casase.
D. Leon. ¿Qué me dices?
D. Dieg. Me casase.
D. Leon. No te entiendo.
D. Dieg. Y por dar ejecuciones
A lo mismo que aborrezco,
En veinte dias dilata
Los siglos del casamiento.
Ésta es, Leonor, la desdicha,
(Amarga invención consiento) ap.
Que desenlaza dos almas
A pesar de un ñudo estrecho.
D. Leon. Gran mal la suerte publica
A nuestro amor, yo confieso
Que es gran mal, pero conozco
Facilidad al remedio;
Porque puedes responderle
A tu padre con despejo
Que no hay estado dichoso,
Si el albedrio es sujeto;
Que el forzado matrimonio
Cuando sin gusto se ha hecho,
En vez de ofrecer el alma
Solamente entrega el cuerpo
De suerte que con violencias
El estado no es perfeto,
Pues si el alma falta entonces,
Es un matrimonio muerto.
En fin con estas disculpas,
O con otras que no expendo,
Lisonjeas lo amoroso,
Y te quitas lo molesto.
D. Dieg. Obedecer a mi padre
Es justo, que a lo que debo,
Ser hijo y ser obediente
Es en lo noble lo mesmo. (ap.)
¡Quién vió, Cielos, lo que obliga
Una amistad, que profeso,
Pues deseo que se estorbe
Hoy lo mismo, que deseo!
D. Leon. D. Diego, cuando en las almas
El amor hay de por medio,
Como ciego en las finezas
Se hace sordo a los consejos.
D. Dieg. Un odio en mi padre alcanzo,
Si a mi padre no obedezco.
D. Leon. ¿De suerte si, que procuras
Abrazar el desacierto?
D. Dieg. Perdona, Leonor querida,
Si contra tu amor te dejo.
D. Leon. Ingrato, pérfido amante,
Que estás ahora añadiendo
A las culpas de alevoso
Los delitos de grosero, Dime,
¿Dónde está lo firme?
¿Dónde está lo verdadero?
¿Dónde dejaste lo fino?
¿Dónde trujiste lo exento?
¿Éstos eran los halagos?
¿Éstos eran los extremos?
¿Éstos eran los cariños?
¿Éstos eran los requiebros?
¿Cómo ahora en mi presencia
Me dijiste sin respeto:
¿Perdona, Leonor querida,
Si contra tu amor te dejo?
¿Qué dirán aquellos prados,
Donde, lo verde vistiendo
La esperanza asegurabas
Del casto amoroso lecho?
¿Qué dirán aquellas plantas,
Cuando notaban, al vernos
Aun más, que en sus ramos hojas,
En tus palabras concetos?
¿Qué dirán aquellas flores,
Donde afirmabas por cierto,
Aunque flores tus finezas,
Den firmes el privilegio?
Ya creo que prados dicen
Que maltratarme estoy viendo,
Como el Enero a su pompa,
De mis penas el Enero.
Ya creo que plantas dicen
Cuando sus hojas pondero,
Que eran hojas de palabras
Tus traidores pensamientos.
Ya creo que flores dicen,
Si tus dobleces advierto,
Que visten menos colores,
Que ornaban tus fingimientos.
Quién me dijera, ¡ah fortuna!
Que de amor el oro bello
La pildora de traiciones
Tenia entonces cubierto.
Quién me dijera, ¡ah desdicha!
Que un voracisimo fuego
Debajo de unas cenizas
Tan blandas estaba puesto.
Quién me dijera, ¡ah pesares!
Que a voces de llanto tierno
Me llamaba lastimoso
Un cocodrilo sangriento.
Quién me dijera, ¡ah rigores!
Que de engaño un áspid fiero
Entre flores de esperanzas,
Ocultaban los deseos!
Salga en fin del pecho, salga
Tu imagen, que ya recelo
Que enfermedades de ingrato
Pueda pegarle a mi pecho.
¡Oh cómo ahora me aflige,
Tus mudanzas conociendo,
Todo el tiempo mal gastado
En amoroso sustento!
Pues cuando en glorias de amante
Tristes memorias revuelvo,
Aquellos dias de gloria
Los juzgo siglos de infierno
Vuélvete pues para ingrato,
Que me corro, si me acuerdo
De que suya me llamase,
Quien tan villano se ha vuelto.
Vase
D. Dieg. ¿Qué es esto, amor? no porfies
Con la amistad, que venero;
¿No ves que más de lo amigo
Que de lo amante me precio?
Cesen ya tus desvarios,
Enmudezcan ya tus ruegos,
Cállense ya tus porfias,
Mueran ya tus devaneos.
Mas ¡ay! fiero amor, que agora
Se conocen acá dentro
Cuando en tu vida los fines,
En tus llamas los alientos.
Bien asi, como en sus rayos
Un encendido lucero,
Que es estrella de la tierra
En emulación del Cielo;
Si a su resplandor le faltan
Los vitales alimentos
Entre lucidas congojas
Empieza a estarse muriendo;
De suerte que en sus desmayos
Con más luminoso esfuerzo
Aviva más lo flamante
Cuando llega lo postrero.
Lucero también del alma
Cruel amor, te contemplo;
Cuando en tus vivos ardores
Te miro estar pereciendo,
Pues avivas más tus llamas
Cuando acaban tus incendios.
Sale Puño
Puñ. Dime, señor, ¿quién te puso
En tu rostro tales gestos,
Que pueden servir al gato,
Buscando el ratón incierto?
D. Dieg. Deja, Puño, los donaires,
Que quien vive en sufrimientos,
Aumenta el tormento propio,
Si atenta al placer ajeno.
Puñ. Deja, señor, las tristezas,
Que quien vive muy contento,
Se enfada mucho, si el otro
Con él se está maldiciendo.
D. Dieg. Amor; amor, no batalles,
Amistad, no haya recelos,
Que aunque amor es poderoso,
Ya su poder es deshecho.
Puñ. Él agora en loco ha dado
Sobre amante, por S. Pedro,
Con que loco sobre loco
Muestra en fin su entendimiento.
¿Podré, señor, de tu boca
Saber aqui lo que es eso?
D. Dieg. Bien sabes que amo a Leonora.
Puñ. Adelante, venga el resto.
D. Dieg. Sabes también que D. Lope Es mi amigo.
Puñ. Y contra el tiempo.
D. Dieg. Sabrás pues que él es amante
De Leonora, no sabiendo
Que a Leonor, y al alma mia
Para rendir a dos pechos,
Vibrara harpones dorados
De Chipre el rapaz flechero.
Puñ. ¿Dorados? Hermosa herida,
Siempre me .hieran con ellos.
D. Dieg. Dije a Leonor que mi padre
Arrojado en lo severo
Me casó.
Puñ. ¿También mentimos?
D. Dieg. Porque con ella pretendo
Que ame á D. Lope mi amigo,
Y no, sin razón lo creo:
Que una mujer, cuando quiso,
Y padece algun desprecio,
En despique de su gusto
Admite cualquiera empleo.
Pero Leonor ofendida
Conmigo airada se ha vuelto,
Culpándome las mudanzas
Tan rigurosa, que pienso
Que si allí no me alentasen
Sus ojos, muriera luego,
De suerte que por matarme
Airado rigor moviendo,
Se estorba a si con los ojos
Lo que causa con el ceño.
Puñ. A tal ficción, voto a Cristo,
Que no la formara un Griego;
Pegástela como sarna,
Estaré de ti muy lejos.
¿Es posible que ese engaño
A un Angelito supremo,
Sin mirar por su inocencia,
Formaron tus embelecos?
Ea señor, no maltrates
Al azucenado objeto,
Ve regarlo con tu llanto,
Que no la marchite el hielo.
No consientas, no, que pierdas
(Ve que lo murmura Venus)
Un melindre de cristales,
Un donaire de luceros.
D. Dieg. Calla, Puño, no parezcas
Con tus gracias, como aquellos
Que por medio de graciosos
Tienen fama de indiscretos.
Puñ. Nada les cuesta a los mismos
Ser indiscretos, que en serlo
Les dan de gracia el renombre.
D. Dieg. Siempre es barato lo necio.
Puñ. Pero sabrás que en tu casa
Te espera con gran secreto
Un demonio, o una mujer,
Que poco lo diferencio,
Ocultando con rebozos
(Poquito de culto hablemos)
Los flamigerantes globos,
Los albicantes reflejos,
Los rubicundos distritos,
Y los gemíferos senos.
Si no me entendiste ahora,
Una verdad te revelo,
Pues aqui solos estamos,
Que para haber de entenderlo,
Lo que digo, he menester
Para mi propio un comento.
D. Dieg. Es lenguaje de Poetas
De los que llaman modernos.
Puñ. Ésos no se alaban cisnes,
Porque se precian de cuervos.
D. Dieg. Voy pues ver quién es la dama,
Que con ella hablar intento,
Y de camino en las casas
De mi amistad te encomiendo
Que las puertas de tus labios
Cierre llave del silencio;
Que no siempre los criados
Han de estragar los secretos.
Puñ. Con una palabra sola
Te respondo ansi, prometo. (Vanse)
Sale Rostro con un diamante, y muy contento.
Rost. Diome un diamante lustroso
Mi amo, y me encomendó
Que a Flora lo diese yo,
Que es amante dadivoso.
Bien sé que dice un bergante
Que el diamante es para Flora,
Pero miente, porque ahora
Para mini es el diamante.
Señores, no lhe de llevarlo,
Pues si es bien a mi pobreza,
¿No será mucha simpleza
Tener el bien, y dejarlo?
Señores, ésta es mi gloria,
Que no me acuerdo al sentilla,
Dar el diamante a Florilla,
Que el diamante no es memoria.
No admiren las ocasiones
De mi doble deslealtad,
Que criados en verdad
Son criados en traiciones.
Mira muchas veces el diamante.
El diamante, ¡qué alegria
A mi avariento deseo!
Es más fondo, si lo veo,
Que un punto de Teología.
Con su dureza me alegro,
Que no puede deshacerse,
Pues por más encarecerse
Es tan duro, como un suegro.
Éste es con mucha razón
En la tierra más preciado,
Que en el Cielo el inflamado
Flamenguillo vellacón.
Mas ¡ay! que alli Puño viene,
Escondo el diamante ansí.
Esconde el diamante con presteza, y sale Puño
Puñ. ¿Qué esconde?
R. Lo que escondi.
Puñ. Muéstrelo acá.
R. No conviene.
Puñ. ¿No sabe que soy su amigo,
Y siempre le quise bien?
R. Lo mismo digo también,
Nunca le fui su enemigo.
Puñ. ¿No sabe, pues no le asombre,
Que amor en nosotros siembra,
Pareciendo usted el hembra,
Cuando yo parezco el hombre?
¿No sabe, si nos pedia
El ventero más del gasto,
Que cuando nos daba el pasto,
Grandes bestias nos hacia?
¿No sabe, yo lo refiero
Cuando bebimos, hermano
Aquel vino tan cristiano,
Que lo bautizó el ventero?
Si sabe nuestra amistad,
Muestre en fin lo que escondió
Que lo quiero ver
R. Yo
Lo muestro por su lealtad
Dale el diamante
P. ¡Es diamante! en contemplarlo
Me está enamorando el alma,
Bien lleva a piedras la palma;
¿Quién se lo ha dado?
R. El no darlo ap.
P. ¿Qué dice?
R. Bestia, ¿no sabe
Que mueren damas por mí?
Pues una lo dió.
P. No vi
Dama liberal.
R. Suave
Es mi requibrillo.
P. Quiero
Para mi dama el diamante.
R. Nullo modo sor hurtante.
P. Mammavit sor caballero
R. El diamante ha de volver,
Porque el diamante no es mio.
P. No lo ignoro, pues confio
Que ahora mio ha de ser.
R. Déme el diamante, que es
Grande bajeza tomarlo
A quien no dudó mostrarlo.
P. Yo se lo daré después.
R. Amigo Puño, dé pues
El diamante.
P. ¿Para qué?
R. Para lo, que yo me sé.
P. Yo se lo daré después.
R. Mal hayan sus leves pies,
Que le trujeron, dé ya
El diamante.
P. Esperará.
Ya se lo daré después.
R. Vive Dios que he de matarle.
P. Si, después que me muriere. Vase
R. Pícaro ladrón, espere,
Que la vida he de robarle.
Vase tras él.
Sale D. Isabel rebozada, y D. Diego
D. Dieg. De una criada vuestra persuadido
Vengo, bella señora, obedeceros,
Y si desafiarme habéis querido,
Ya me ha muerto el motivo de quereros;
Mas siendo vuestro intento obedecido,
Sólo me falta en la pelea el veros;
Ea pues entre lúcidos enojos
Las armas esgrimid de vuestros ojos.
Mirad que al dia le tenéis quejoso,
Cuando ahora negáis los esplendores,
Y mirad, que sintiendo lo amoroso,
No es bien que ignore quién me causa ardores;
Al dia pues quitad lo tenebroso,
A mi amor aliviad en sus dolores,
Prestando en igualdades de alegria
Venturas a mi amor, luces al dia.
Pero ya no me admiro, hermosa dama,
Cuando el rebozo en vuestros ojos dura,
Que siempre se atrevio contra su llama
Al Sol radiante la tiniebla impura:
O como agora, si mi amor se inflama,
Os averiguo Sol, con nube obscura,
Pues si entre nubes su esplendor se siente,
Cuando menos lucido, es más ardiente.
Si abrasáis a mi pecho atormentado,
¿Cómo al rebozo no abrasáis, señora?
Pues si él está más cerca de inflamado,
¿Cómo el incendio, que causáis, ignora?
Mas no, que si es incendio ocasionado
De vuestros ojos, justamente agora,
(Como rayos de fuego si descienden)
Siendo parte mejor, al alma encienden.
Si matáis disfrazada desa suerte,
No ganáis en la muerte noble gloria,
Porque con el disfraz dando la muerte,
No es de vuestra hermosura la vitoria:
Trazas no busquéis, no, pues bien se advierte,
Cuando tenéis de Parca, ejecutoria,
Que para ocasionar mortal fiereza,
No ha de buscar más trazas la belleza.
Abrid en fin, abrid a vuestros soles
Esa obscura cortina, que a sus rayos
Los mios servirán de girasoles,
Sin temer del incendio los desmayos;
Y haciendo de flamantes arreboles
Con mi rendido amor bellos ensayos,
Viendo al Sol, siendo amante, seré luego
Ciego de vuestra luz, de mi amor ciego.
D. Isab. Mirad, D. Diego, bien que lisonjero
No ha de mostrarse quien se afina amante,
Que ansí pierde el amor lo verdadero,
Aunque quiera ganar en lo constante:
Pero si en vos habita lo sincero,
Pero si en vos se niega lo inconstante,
Por quedar vuestro amor más satisfecho,
Descubro el rostro a quien descubre el pecho.
Descúbrese D. Isabel
D. Dieg. Doña Isabel, hermosa es Doña Elvira,
Buen engaño por Dios.
D. Isab. Em mi desvelo.
Este engañoso enredo no se admira,
Pues basta ser de un amoroso duelo;
Mas aunque injusta la invención se mira,
Siendo para casarme, quiera el Cielo
En la ocasión, que amor os manifiesta,
Aunque el medio es indigno, el fin lo honesta.
Sabréis pues (yo lo siento) que inclinada
El alma os tuve, bien que en mi respeto,
Con el civil temor de enamorada,
Vinculé mi afición con el secreto:
Hoy quiebro la prisión de recatada,
Aunque nunca a mi amor os vi sujeto,
Porque satisfaciendo lo quejoso
A quien no puede amante, logre esposo.
D. Dieg. Agradezco, señora, en el miraras
El motivo dichoso de quereros,
Que quien no paga ansi deudas de amaros,
Viene a negar la obligación de veros:
Nadie puede en lo bello contemplaros,
Si merece el favor de conoceros,
Que no sienta igualmente competiros
Penas de amaros, dichas de sufriros.
Pero averiguo estorbo a vuestro intento
Cuando sabéis que soy constante amigo
De vuestro hermano, a quien mi pensamiento
Se ha de ofrecer traición, si lo prosigo:
De suerte que el amor en lo que siento,
Y también la amistad en lo que sigo,
Ambos me exhortan, y en espacio breve
Me enfrena la amistad, si amor me mueve.
Debéis agradecer el desengaño,
Aunque lo juzgue amor por villania,
Que haciendo a vuestro hermano, doble engano,
También a vuestra cuenta competia:
De suerte, si os evito aqueste daño,
Más amor os ostenta el alma mía;
Soy pues, señora, en caso semejante
Cuando menos os amo, más amante.
D. Isab. De vuestra cortesía estoy pagada,
Aunque se oponga al pretendido empleo,
Pues viendo esa fineza, que me agrada,
Mayor motivo para amaros veo:
Ya queda mi afición mas acertada,
Si esa fineza en la amistad os creo,
Pues seréis fino en amoroso estado
Si con una amistad, con un cuidado.
Si mi hermano, D. Lope, conociere
Que el corazón os ama enternecido,
Premiando vuestra fe, si la supiere,
Cumplirá mis deseos conmovido:
Pues cuando esa fineza le advirtiere,
Con más razón hará lo pretendido
De suerte pues que del favor presente,
Cuando lo desecháis, sois pretendiente.
D. Dieg. Alentado mi pecho venturoso
Con la que prometéis dulce esperanza
A cruel tempestad de lo penoso
Ya parece que llega la bonanza.
D. Isab. Aliento corazón en lo amoroso.
D. Dieg. Una vitoria mi amistad alcanza.
D. Isab. Yo firme quiero.
D. Dieg. Yo constante sigo.
D. Isab. La fe de amante
D. Dieg. La verdad de amigo (Vanse )
Sale D. Lope, y Rostro
D. Lop. Ya que ingrata mi Leonor
En papeles que envié,
Lo que se debe a una fe,
Lo paga con un rigor;
Muera pues, y desta suerte
Agradezca su fiereza,
Pues le ostento una fineza
Cuando me causa una muerte.
Amor a morir se ofrezca,
Si conmigo se apasiona;
Quien pues la muerte ocasiona,
También la muerte padezca.
Aun en mi muerte me afino
Cuando obedecerla trato,
Pues se le acaba lo ingrato,
Que es desaire a lo divino.
Y si dejo mi cuidado,
Le hago también un favor,
Pues muriéndose mi amor,
Acaba entonces su enfado.
Ya pues que en morir me empleo,
La muerte se acerque ya;
Mas creo que no vendrá,
Porque yo me la deseo.
Que tal desdicha ha logrado
Quien nunca vive en la dicha.
Que no viene una desdicha
Por quererla un desdichado.
De suerte si el golpe fiero
Porque quiero, no he de ver,
Ya no le quiero querer
Porque vea lo que quiero.
Rost. Muere, señor, que muriendo
Con ese dolor profundo,
No has de sufrir en el Mundo
Mil cosas que estoy sufriendo.
In primis por declararte
De un abogado me quejo,
Que está vendiendo un consejo
Después de vender la parte.
Secundo te has de admirar
De un médico, cuando vieres
Que si tú por matar mueres
Éste vive de matar.
Tertio, un escribano suma
De muchos pobres el pan,
Haciéndose un gavilán
Cuando se pone la pluma.
Quarto, veo en un pelón
Que con canas barbas bebe,
Lo que le anochece nieve
Se le amanece carbón.
Quinto, y es caso bien sabido
Un marido sufrir osa
Al bello Sol de su esposa
En Capricornio metido.
Sexto, a mis ojos se avisa
Un hombre de poco aviso,
Que se precia de Narciso,
Y al fin viene a ser Narcisa.
Séptimo, sufro un gentil
Mercader, que es siempre exento,
Pues lo que compra por ciento
No suele vender por mil.
Octavo, un Judío acecho
Muy santarrón de cristiano
Con el Rosario en la mano.
Y con su ley en el pecho.
Nono, veo Pedantones,
Que ajenos versos hurtando,
Se están las uñas sacando,
Por negar que son ladrones.
En fin hay cosas iguales
En el Mundo, que el morir
Ya no se puede sentir
Por sentirse cosas tales.
D. Lop. Déjame, Rostro, un instante.
Rost. Voyme pues trazar en todo
El arte, Ia industria, el modo
De recobrar mi diamante. (Vase)
D. Lop. Pero si quiero estimar
Mi amor, no es justo el morir,
Pues faltándome el vivir,
Vengo a perder el amar.
Si me muero, es afrentoso
A mi cuidado constante,
Pues no me quiero lo amante,
Si me niego a lo penoso.
De suerte que en mi dolor
Si lo amante se me ordena,
Sujete el amor la pena,
Y no la pena al amor.
Vengan en fin más tristezas,
Que las tendré por contentos,
Pues dándome más tormentos,
Me ocasionan más finezas.
Trata Leonor de afligirme,
Que cuando mi amor apuro,
Si fueres peña en lo duro,
Yo seré peña en lo firme.
Si te muestras rigurosa
Porque mi amor desmerece,
Como nadie te merece,
Con nadie serás piadosa.
Ansí que, si el desdeñar
Por tal razon apetezcas,
Como a ti sólo merezcas,
A ti sola te has de amar.
Cuando mi pecho pondera
Tu hermosura, y tu crueldad,
Al tiempo que una deidad,
Te estoy juzgando una fiera.
Dos firmezas considero,
Si amada, y dura te ofreces;
Una, con que me aborreces,
Otra con que yo te quiero.
Pero agora quiero dar
En mi amoroso sentir
Si a los ojos que dormir,
Al corazón que velar.
Duérmese, y después diga entre sueños
Ya tus ojos son piadosos,
Leonor, ya por mi consuelo
Te abrazo, teniendo el Cielo
En mis brazos venturosos.
Qué ventura! ¡qué recreo!
¡Qué bien! ¡qué gloria! ¡qué aliento!
¡Qué posesión! ¡Qué contento!
¡Qué alivio!
Despierta
¿Pero qué veo?
¿Es ilusión del cuidado?
Sí pero en ser bien lo fundo;
Que todo el bien, en el Mundo
Se pasa como soñado;
Pude en el sueño creer
Que con dulcisimos lazos
Daba a Leonor mil abrazos;
¡Qué bien se engaña el querer!
Ya Leonor hermosa, cuando
Blando sueño estoy teniendo,
Soy fino, pues aun durmiendo
No dejo de estar amando.
Mis ojos tienen ventura
A pesar de tus enojos,
Que aunque cerrados mis ojos
Pudieron ver tu hermosura.
Viéndote yo desta suerte,
Extraño bien se convida,
Pues pude yo ver mi vida
En quien retrata mi muerte
El sueño fué desigual,
Si el bien mis ojos no ven,
Pues concedióme aquel bien
Para sentir este mal.
Pero el sueño al corazón
No ha de ganar la vitoria,
Pues no le quita la gloria,
Si quita la posesión.
Ya no quiere mi dolor
Leonor, que lo que he soñado
Porque el favor que me has dado,
Aunque soñado, es favor.
Y debo más estimarlo,
Pues agora dulce dueño,
Si me lo diste en el sueño,
Lo tuve sin procurarlo.
Ya tengo muy bien sabido,
Si aqueste favor advierto,
Que lo que sufro despierto,
Quiere pagarme dormido.
¡Oh cómo honesta te adoro!
Pues cuando el favor me has hecho,
Favoreciste a mi pecho
Sin arriesgar tu decoro.
Si el hado pues desabrido
Me matare, no es penoso,
Pues ya muero venturoso,
Muriendo favorecido.
Corazón, la muerte dura.
Con ánimo has de esperar,
Que bien se puede animar
Quien se goza en la ventura.
Mas si tiene el pecho fino
A Leonor no temo el mal,
Que no puede lo mortal
Atreverse a lo divino.
De suerte si el pecho pide
El morir, en que se emplea,
Quien la muerte le desea,
También la muerte le impide.
Pero si queréis la palma,
De fino morir podréis,
Que el retrato entregaréis,
Para que lo guarde al alma.
Y sepa Leonor el trato
De amarla tan verdadero,
Que aun después, cuando me muero,
Ha de vivir su retrato. Vase
JORNADA TERCERA
Sale D. Leonor, y Flora
Flor. ¿Cómo tanto le aborreces,
Cuando tú le amabas tanto?
D. Leon. Si grande al amor lo juzgas,
Mayor al odio lo alcanzo.
Ya de D. Diego alevoso
Su traición considerando,
Con iras de aborrecido
Castigo errores de amado;
Y tanto el odio se aumenta,
Que siempre estoy deseando,
Aunque se nota imposible
Todo aquel tiempo pasado,
Que con amores indignos
Desperdició mi cuidado,
Para que en aborrecerle
Hoy pudiese aprovecharlo.
Flor. Cuando D. Diego te olvida
Tu sueño, señora, es claro,
Pues para tu amor es muerto,
Aunque vivo se ha mostrado.
D. Leon. Bien lo temían mis penas,
Pero importa remediarlo
Con otro amor.
Flor. ¿A D. Lope Quieres amar?
D. Leon. Castigado
Verá D. Diego su olvido
Con su amigo, porque usando
Mi pecho deste instrumento,
Le cause rigor doblado,
Pues mi venganza amorosa
Le ejecuto por las manos
De su amistad; que un castigo
En el corazón incauto
Viene a ser más lastimoso,
Donde es menos esperado.
Mas si D. Diego me ofende
Con otro amor ocupado,
Y yo pretendo vengarme
Con otro amor, estimando
De D. Lope las finezas,
Corto pues en lo que igualo,
El rigor de mi venganza
Por el filo de mi agravio.
Flor. ¿Otro amor te ha encendido,
Cuando el uno has olvidado?
D. Leon. Si un ejemplo te propongo,
Tus preguntas satisfago.
¿No has visto acaso dos fuegos,
Que en uno llamas notando,
En otro tibios ardores
Consideras, y si el Austro
El soplo respira entonces,
Al que vivía inflamado
Trémulas luces despoja,
Y al mismo tiempo contrario,
El que sin llama era tibio,
Queda con llama animado?
Ansí también de D. Diego
El amor, que estoy culpando,
Y el de D. Lope mi amante
Con los dos fuegos comparo;
Pues siendo aquél con su llama
En su ardor más alentado,
Tibios ardores en éste
Mi pecho estaba burlando;
Pero cuando venta el soplo
De una ofensa, desmayado
Se queda el amor primero,
Que era con llama gallardo;
Y de D. Lope el segundo
Se ostenta en llamas bizarro,
Conmoviendo con lo ardiente
A mi pecho lo abrasado.
Flor. Mas ¿quién señora creyera
Que viendo a D. Diego grato,
Era ficción de engañoso
Lo que es fe de enamorado?
D. Leon. No me admiro, porque siempre
A los civiles engaños,
Que los hombres más queridos
En el amor han formado,
Las mujeres se sujetan
O por flaqueza, o por daño.
Demás, que todos los hombres
Cuando quieren, han llamado
Las mujeres inconstantes,
Porque puedan a su salvo
Ellos culpar las mujeres,
Y ellas no puedan culparlos.
Oh! quién pudiera decirles
Si ellas pretenden amarlos,
De su inconstancia el desaire,
De sus traiciones el trato;
Porque entonces, porque entonces
No pudiese su recato
A precio de sentimientos
Escarmentar desengaños.
Flor. Pero examino en D. Lope,
Cuando en lo fino reparo,
Que ha de ser firme querido,
Sí era firme desdeñado.
D. Leon. Mal haya el tiempo, mal haya,
En que a mi pecho tirano,
A quien debía lo fino,
Pagó tan mal con lo ingrato:
Pero fué justo, que agora
Su firme amor festejando
Me empeña más lo amoroso
Por pagar lo despreciado;
Suya soy y seré suya,
Porque dos tiempos contando,
No quepa en un tiempo solo
De tanto amor lo acertado;
Y si agora en lo futuro
Me profetizo el amarlo,
Antes de lograr el tiempo
Ya me festejo el regalo.
Flor. Leíste acaso, señora,
El papel que te ha mandado?
D. Leon. De su papel en lo escrito
Parece que el niño sabio
Con la flecha y con la herida
La pluma, y tinta le ha dado.
Qué bien estima su pena!
¡Qué bien exprime su llanto!
¡Qué cortés se ha conocido!
¡Qué discreto se ha quejado!
Cuando ayer en sus renglones
Áspides estaba hallando,
Hoy cuando el papel pondero,
Dulcisimas flores hallo.
Flor. ¡Oh! ¡quién pudiera pedirle
A D. Lope albricias, cuando
En la guerra de rigores
Dulce vitoria ha ganado!
D. Leon. Para que sepa D. Lope
Que su proceder hidalgo
Con amor correspondido
Le paga el pecho inclinado,
Mandarle ahora pretendo
Por dar al alma un agrado;
Mas ven conmigo, que luego
Te lo diré.
Flor. Procurando
La ocasión estoy, señora.
D. Leon. Tus obediencias alabo.
Flor. En quien sirve la obediencia
Sin jurarse, se ha jurado. Vanse
Sale D. Lope, y D. Diego
D. Lop. Bien conocéis, D. Diego, mi nobleza.
D. Dieg. Confieso respetoso su grandeza.
D. Lop. Tengo pues una hermana, a quien quisiera
Darle el estado, que en su honor cupiera,
Porque muriendo ahora de mi gusto,
No lo pueda achacar algún disgusto,
Sé también con alma agradecida,
Aunque nunca de vos correspondida,
Os tiene algún amor, por cuyo efeto
Con mi hermana casacos os prometo,
Que no es poco llevar anticipada
En la mujer la voluntad preciada.
D. Dieg. Ya desa suerte una ventura gano
Cuando me hacéis, D. Lope, vuestro hermano;
Pero tened aliento en lo amoroso,
No me robe esa vida lo penoso.
D. Lop. Diré luego a mi hermana el casamiento,
Por quitar dilaciones a mi intento,
Que no siempre ha de ser lo dilatado
Congojosa pensión de lo esperado.
Pero agora mi hermana enternecida
Fuése hablar con el dueño de mi vida,
Por intentar remedios a mi pena
Con quien aunque su efeto la condena:
Que una mujer tercera
En los trastes de amor es la primera,
Haciendo con su voz por simpatía
En la dama cruel blanda armonía;
Y quiera el niño arquero
Que a su corazón fiero,
Por tomar la venganza despreciado,
Le vibre del carcax harpón dorado.
D. Dieg. No hay pino, no hay ciprés, que aunque sublime,
No postre el rayo si el incendio esgrime;
No hay corazón, no hay pecho, que aunque altivo,
Amor no postre, como el rayo vivo.
Sale Rostro, como quien pregona
Rost. Albricias, ¿cuánto dan al pregonero?
Albricias, den en fin algún dinero,
Albricias pues.
D. Lop. Que nueva me has traído,
Que tanto al corazón ha conmovido,
Pues ya despide la congoja dura
Por recibir mejor una ventura.
Rost. Luego te lo diré, vengo cansado.
D. Lop. Dime pues la ocasión del gusto mío.
Rost. El mensaje te fío,
Si una cosa prometes.
D. Lop. ¿Qué me quieres?
Rost. Que no lo sepas tú, si lo supieres.
Pero ya, por quitarme lo gracioso
Que muchas veces causa lo enfadoso,
Un papel de Leonor.
D. Lop. ¿De quién?
Rost. De un diablo,
De Leonor decir quiero, en lo que te hablo;
Toma esta carta, que hubo su criada, (Dale)
Como letra de porte encomendada.
D. Lop. ¡Venturoso papel (no sé que diga
Cuando mi gusta aplausos averigua),
Venturoso papel, que aunque nevado,
Las llamas de mi amor has aumentado,
Efeto, que a su mano se le debe,
Cuando alimenta el fuego entre la nieve!
Ábrolo. pues, y cuando ansí lo veo,
Se abre la puerta a mi amoroso empleo;
Su mano beso en el papel ufano;
Por brindarle a mi labio con su mano;
Que es de un amante pensamiento justo
Al gusto dar lo que se niega al gusto.
D. Dieg. Empezad a leerle, que al contento
Aplico en mi favor oído atento.
Lee la carta D. Lope:
Agradecida de vuestras finezas os amo, si bien
Recelo que os pegue alguna traición un amigo, que
Tenéis, el cual, me dicen, se llama D. Diego. Vuestra D. Leonor.
D. Lop. El papel enigma ha sido,
No le entiendo sus renglones,
Que en cárcel de confusiones
Me tiene preso el sentido;
De suerte que en lo que veo,
Cuál es más, no se asegura,
Si el favor de mi ventura,
Si la ocasión de mi enleo.
¿Qué decis a mi pasión
Con este papel, D. Diego?
D. Dieg. A muchos empeños llego, ap.
Si descifro la ocasión;
Pues ha de entonces saber
Lo que quisiera ocultar.
D. Lop. Acabad de me explicar
Lo que no puedo entender.
D. Dieg. Formo pues una ficción, ap.
Y le oculto la verdad;
Mas no, que hallan igualdad
La mentira, y la traición.
Ya que estoy, D. Lope amigo,
Con vuestra hermana casado,
Pues no ha de ser estorbado
Lo que hice por vos, os digo.
Leonor me amaba constante,
Yo también firme le amaba
Pero cuando se enfermaba
Vuestro pecho de lo amante,
A Leonor dejé burlada
Con ficción de un casamiento,
Porque en vuestro pensamiento
La viese entonces vengada.
Fué pues lo solicitado
De suerte favorecido,
Que alcanzasteis lo querido,
Cuando yo lo despreciado.
Esto, D. Lope, se entiende,
Cuando me llama traidor:
Que como es Rey el Amor,
Se hace traidor quien le ofende.
D. Lop. ¿D. Diego a Leonor queria? ap.
¡Hay suceso tan confuso!
Rost. Es fábula, que compuso
Gongorática poesía.
D. Lop. Notable agravio por Dios
Hicisteis a mi amistad,
Pues lo que juzgo lealtad
Conmigo, es traición con vos.
S vuestro pecho se ofrece
Regarme el amor, que os ciega,
Como la verdad se niega,
¿Algo de traición parece.
Si sois mi amigo, mal hecha
Fué la traición con la dama
Porque de traidor la fama
Puede darme una sospecha.
Injusto fué que ocultaseis
Vuestra amorosa pasión,
Si atentabeis mi afición,
A mi amistad atentaseis.
Que en demostración sincera
Dejando a vuestra lealtad,
Lo que era mi voluntad,
Un gusto en dejarlo os diera.
Y si diera mi albedrío
Lo que era vuestro, pudiese
Daros algo, cuando os diese
Lo que entonces no era mio.
D. Dieg. D. Lope, nunca mal hice,
mi amor os encubrí,
Pues si yo no hiciera ansí,
No hicierais vos lo que quise.
Porque yo bien conocía
Que si mi amor conocierais,
Contra mí no pretendierais
Lo que yo me pretendia.
Y cuando Leonor me amaba
Con razón mi fe la dió,
Pues si no me amara, yo
Nada daba en lo que os daba.
Rost. Señores, ¡hay tal escusa!
¿Vieron amigos como éstos?
Simplesillos son aquéstos,
No saben de lo que se usa.
D. Lop. ¿Es posible, amor injusto,
Que vuestro gusto estorvé,
Cuando quisiera mi fe
Ocasionar vuestro gusto?
Mas si quise pretender
A Leonor, no admiréis vos
Que siendo un alma en los dos,
Fuese en los dos un querer.
Y sólo me admiro aquí
Que el alma lo conociese,
Y vuestro amor me encubriese
Cuando el alma estaba en mí.
No es bien que queráis casaros
Con mi hermana, es bien que agora
Habléis con D. Leonora
Para poder disculparos.
D. Dieg. Disculpas no he procurado,
Pues si intento disculpar
Lo que hice, era confesar
Que en lo que hice, estoy culpado.
Que mi casamiento sigo,
Por quedar más obligado,
Cuando soy vuestro cuñado,
Y cuando soy vuestro amigo.
D. Lop. A su casa he de llevaros.
D. Dieg. Yo no puedo obedeceres.
D. Lop. Allá presente he de veros.
D. Dieg. Yo no puedo acompañares.
D. Lop. Habéis de venir conmigo.
D. Dieg. No mandéis lo que es injusto.
D. Lop. Hacedme agora este gusto.
D. Dieg. Dejadme, si sois mi amigo.
D. Lop. ¿Qué esperáis?
D. Dieg. No voy, por Dios.
D. Lop. Esto os pido.
D. Dieg. Mal lo ateto.
D. Lop. Venid ya.
D. Dieg. ¡Notable aprieto!
D. Lop. ¿Qué decís?
D. Dieg. Ya voy con vos.
Vanse, y quede Rostro
Rost. Sabrán, señores, y agora
Dijéronme a mi pesar,
Que al valentisimo
Puño He desafiado, ya,
Miren ustedes ¿qué bodas
Para yo me convidar?
Donde la Parca es trinchante
Con el cuchillo mortal a causa del desafio
Dicen que él mismo la da,
Porque hurtóme aquel diamante,
Que caro me ha de costar:
Mas no me espanto, si pierdo
La que también quise hurtar,
Porque siempre male parta
Male dilabuntur: ya
Con ser sólo medio cuarto,
Cansado estoy de esperar,
Pensando yo que he de ver
En, cuartos mi humanidad:
¿Él viene? no; si le espero,
Mil tragos he de llevar
Que aunque tragos no son buenos
Porque aquí vino no está.
Mas, ¡ay de mi! que él se acerca,
Y en su furor infernal
Veo un Portugués Magrizo,
Y veo un Francés Roldán;
Válgame en este conflito
San Jorge de Portugal.
Sale Puño
Puñ. Por un papelito Rostro
Mandóme desafiar,
Titubeo en referirlo;
¡Quién se ha visto en otro tal!
Valga al diablo mi codicia,
Porque le quise tomar
El diamante, que aunque es claro,
Negro se muestra en mi mal.
Más ánimo, lacayote,
¿No soy Puño tan audaz,
Que me hacen merced los buenos
De llamarme escarramán?
A Rostro he de deshacerle
De suerte, que se verá
Cómo yo, cuando en un puño
Lacayos suelo estrellar.
Mas vitor, alma tristona,
Que el no viene, miedo me ha;
Mas, ¿qué dice? ¡ay deste Puño!
Que él ha venido, san Blás!
Rost. Antes que su furia osada
Empiece a desenvainar,
Quiero con buenas palabras
Ablandarle por demás.
Señor Puño, ciertos hombres
Amigos de enemistad
Me indujeron que os mandase
A desafio llamar;
Yo que soy hombre amiguillo
De la vida, y de la paz,
Sólo quiero que el diamante
Me vuelva su urbanidad.
P. El alma me ha vuelto al cuerpo, ap.
Plegue a Dios por tal piedad
Que le dé caballeriza
Con estiércol que limpiar;
Señor Rostro, no pensaba
Que le pudiese empeñar
La burla de aquel diamante
A tal valor; pues sabrá
Que el diamante yo le tengo,
Y que aquí lo quiero dar. (dale)
R. ¡Hay tan graciosa ventura!
Pero si él medroso está
Es bien que quiera brindarle
El trago de pelear.
P. Pero si yo no peleo,
¿Cuántas necias me dirán
Que el desafio no aceto?
¡Qué alcorza para acetar!
R. Quiero que saque esa espada.
P. La suya se ha de sacar
Primero, que es cortesía Debida a su calidad.
Saca Rostro su espada bien vieja
R. Ea, ya la tengo fuera,
Y no ha de comer más pan,
Que pués ya fuera la miro,
Dentro dél se ha de ocultar.
Ea cobarde, ¿qué espera,
Si ve mi temeridad?
P. Vea primero en el suelo
Si la espada ha de quebrar,
Que pues pelea conmigo,
Es bien que seguro va.
Mira en el suelo su espada
R. Ya la tengo bien mirada.
P. Pues ya saco.
R. ¡Bravo azar!
P. El montante de mi furia:
Y veamos si es igual
Ese acero con el mio.
Miden las espadas ridículamente
Pues si me quiere aguardar,
Guarde su cuerpo, y si no,
Su vida se afufará.
R. Ya le doy la muerte.
Dánse las espaldas uno a otro
P. Yo por aquí.
R. Yo por acá.
P. Mire cómo su cabeza
Se mira de par en par.
R. Mire cómo sus bigotes
Se los llevo de un gilvás.
P. Pero el cobarde escapóse.
R. Él huyó como un patán.
P. Él se fué, porque temía
En mi furia un Barrabás.
R. Perdió su cuerpo un vestido,
Si pudiese acuchillar
A su cuerpo, con que entonces
Se mostraría galán.
P. ¿Pues que se ha ido el gallina,
Voyme yo; la necedad
No quiero del desafio,
Porque se quiso hidalgar,
Y como yo soy lacayo,
No le tengo voluntad.
Éntrase por una puerta
R. Él se fué, pues voyme yo,
Que tengo necesidad
De hacer cierta diligencia
Por delante, y por detrás.
Éntrase por otra puerta, y sale D. Leonor,
y D. Isabel con manto
D. Isab. Por mi hermano esta visita,
Bella Leonor quise haceros,
Para dar a conoceros
El fino amor, que le incita;
Pues si explicar solicita
Delante de mí su afán,
Tal amor las quejas dan,
Que aunque hermana, si me llama,
Yo me parezco su dama,
Y él parece mi galán.
De suerte que yo le digo,
Cuando le veo quejoso,
Que no muestre lo amoroso
De sus ternezas conmigo:
Porque entonces le averiguo
Que los celosos recelos
Os pueden dar sus desvelos;
Mirad lo que amor allana,
Que de un amante la hermana
Os puede causar los celos.
D. Leon. Isabel, conosco bien
De vuestro hermano el amor,
Y que en él muestra el primor
De sus finezas también;
Y si hasta agora el desdén
Ha sentido su afición,
Le ha de amar mi corazón
Desde aquí con tal grandeza,
Que se haga naturaleza,
Lo que se logra elección.
Ya mi gratitud es justa,
Aunque lo ingrato ostentaba,
Porque a mi pecho abrasaba
De otro amor la llama injusta.
D. Isab. ¿Amor tuvisteis?
D. Leon. Si gusta
Vuestro pecho que le nombre,
A quien mi venganza asombre
Por vos le dirá mi labio,
Aunque renueve mi agravio,
Cuando pronuncio su nombre.
D. Isab. Pues decid, Leonor, ¿quién ciego
Os ha burlado inconstante?
D. Leon. Un vil, un traidor amante,
Yo lo digo ya: D. Diego.
D. Isab. ¿D. Diego?
D. Leon. Sí; a saber llego,
Cuando celos os convida,
Que ereis la dama querida,
Con quien dijo se casaba.
D. Isab. ¡Ay amor! Bien recelaba, ap.
Otra dama es pretendida.
D. Leon. Juzgad pues, que es lastimoso
Vuestro amor en mi fortuna,
Que amante que fué con una,
Será con otra alevoso.
D. Isab. ¡Hay traidor mas engañoso! ap.
¿Quién es, cielos, la mujer,
Que dijo suya ha de ser?
D. Leon. Bien empezáis a penar.
D. Isab. Con esto he de equivocar
Lo que dice el padecer.
Siento, Leonor, las traiciones,
Que D. Diego ocasionó,
De suerte que siento yo
Por mías vuestras pasiones;
Y en estas demonstraciones,
Que mi pecho quiere usar,
Os viene a manifestar
(Esto amor hace en las dos)
Que siendo el pesar por vos,
Por mi padezco el pesar.
D. Leon. O le queráis, o él os quiera,
Bien libre estoy de quererle,
Que quien traidor pudo verle,
Otra vez traidor le viera,
Pues quien en la vez primera
Por traidor se ha declarado,
Segunda vez infamado
Traidor le veremos, pues
Siendo fácil una vez,
Ya queda en otra inclinado.
D. Isab. A mi hermano agradecedle
El amor con ablandaros,
El por gusto de vengaros,
No por gusto de quererle.
D. Leon. El amor quise tenerle,
No por venganza es querido,
Si no, porque amante ha sido.
De suerte que siendo amado,
No siempre lo desdichado
Achaque lo merecido.
D. Isab. Cuando amáis ansi, mirad
Que amor ningún gusto os mueve,
Pues la venganza os conmueve,
Y no vuestra voluntad;
En ese amor atentad,
Si es por razón de un disgusto,
Que parece amor injusto,
Y por bastardo se alcanza,
Pues nace de la venganza,
Debiendo nacer del gusto.
D. Leon. La venganza solamente
No es causa de aqueste amor,
Pues de mi amante el valor
Me incita esta llama ardiente;
Y agora dichosamente
Dos gustos al alma fío,
Porque en el intento mío
Consigue mi pecho sabio
La venganza de mi agravio,
El amor de mi albedrío.
De suerte que cuando veo
En esta ocasion dichosa,
Ofendida, y amorosa,
Mi venganza, y mi deseo
Por dicha al agravio creo,
Y lo tengo por amigo,
Si amor, y venganza sigo
En lo que el pecho blasona,
Pues dos gustos me ocasiona
Cuando un agravio castigo.
Sale Flora
Flor. Señora, viene D. Lope
Con D. Diego.
D. Leon. Yo no atino
De D. Diego la venida,
Pero Flora no me admiro,
Que siempre un ánimo doble
Lo vergonzoso ha perdido.
D. Isab. ¡Ah mudable, ah falso amante!
Que haces con modos indignos
A pesar de tu nobleza
De las traiciones capricho.
Sale D. Lope, y D. Diego, Rostro, y Puño
D. Lop. Escuchad, Leonor hermosa,
La causa de haber venido,
Que en una amistad la veo,
Que en un amor la coligo;
D. Diego
D. Leon. Callad el nombre.
Cuando al agravio me incito
Dese traidor encubierto,
Dese traidor atrevido.
D. Lop. Escuohad por vida vuestra
De aquesta acción el motivo.
D. Dieg. ¡Qué dirá de mi D. Lope!
¡Que ya me corro de oirlo!
Rostro Parecen estos dos bestias,
Puñ. Una noria ha merecido.
D. Lop. D. Diego, pues os amaba
Con lo constante, y lo fino,
Sin que se viese una sombra,
Sin que cupiese un registro
De engañoso en las palabras,
Y de falso en los gemidos;
Que de ser mi amigo sólo
Habréis esto colegido,
Que nunca yerra alevoso
Quien pudo enseñarse amigo.
Pero agora, si era firme,
Preguntaréis, ¿cómo ha sido
D. Diego tan inconstante,
Que burló vuestro albedrío,
Que engañó vuestros deseos,
Que dejó vuestros avisos?
A lo que decís respondo
Lo que en cuatro ejemplos digo.
Mírase un: astro en el Cielo,
Y da de pequeño indicios;
Mírase un ave en el aire,
Y muestra un color lucido;
Mirase un objeto lejos,
Y entonces negro se ha visto;
Mírase un remo en el agua,
Y parece quebradizo;
No siendo el astro pequeño,
No siendo el color preciso,
No siendo el objeto negro,
No siendo el remo partido.
Ansí pues un pecho humano
Con lo firme, y lo sencillo,
Inconstante se ha mirado,
Engañoso se ha tenido;
Aunque no se halle en el pecho
Para castigarse el vicio,
De la mudanza el desaire,
De la ficción el estilo.
Sabréis pues que en vuestros soles
Me abrasaba inadvertido
Sin ver que os daba D. Diego
Amoroso sacrificio;
Cuyo amor una dolencia
Al cuerpo dió por sufrirlo,
Pues viendo quejosa el alma
De que el penoso martirio
Padecía solamente,
Quiso al cuerpo repartirlo,
Porque éste también sintiese,
Como aquélla lo ha sentido.
Él entonces recelando
En mi vida el riesgo impío,
Pues si una dolencia sola
A la muerte ha conducido,
¿Qué harán dos enfermedades
En el alma, y el cuerpo mismo,
Para que al vital estambre
Le rompa el mortal cuchillo?
Fingió pues su casamiento,
Porque viese lo querido
En la verdad de mi amor,
Como agora en vos lo miro;
De suerte que en sus ficciones,
Y en mi fe, que tanto estimo,
La dicha a lo verdadero
Ocasionó lo fingido,
¡Oh de amistad gran fineza!
¡Oh de un corazón gran brio!
Que el amor, que tantos males
Ya le costó sucesivos.
Para lograr en la dama
El bien de correspondido,
Expusiese a la fortuna,
Arrojase al precipicio.
Vos creyendo el matrimonio,
Que contra su amor os dijo,
Entonces de aqueste agravio
Vuestro Cielo conmovido
Quiso añublado mostrarse
En las iras, que previno,
Ya de la venganza el rayo,
Ya del desdén el granizo.
¡Oh fácil engaño, oh fácil
Credulidad del sentido!
Que los engaños se crean
Tan presto sin más testigos.
Y que las puras verdades
Bien exentas de artificios
Sin examinar el tiempo
No las abrace el arbitrio.
Sabidos pues los engaños,
Sea D. Diego admitido;
Yo pretendo ocasionarlo,
Si hasta aquí quise impedirlo:
Porque es justo que quien pudo
Desunir lo que era unido,
Dé la cura, si la herida,
Déla ocasión, si. el desvío.
Agora os pido, señora,
Agora, Leonor, os pido
Ya que al, engaño doy muerte,
Ya que el amor resucito,
Ya que es verdad la constancia,
Ya que es mentira el olvido,
Que vuestro pecho en lo blando
Hoy se vuelva a lo encendido;
No pueda ya lo engañoso
Motivar lo vengativo;
Amor piadoso revoque
La sentencia del castigo;
No se impute a las verdades
De la mentira el delito:
Acábese con bonanzas
De la borrasca el peligro,
Y al desengaño despierte,
Lo que al engaño ha dormido.
D. Leon. ¡Qué no era traidor D. Diego!
¿Qué es esto, Cielos Divinos?
Si las verdades pondero,
Las confusiones recibo.
Pero el corazón no quiere
D. Lope el amor antiguo.
Que siendo una vez echado,
No ha de ser más recogido.
D. Dieg. Amistad, grande ventura. ap.
Que es mi intento ejecutivo.
D. Isab. Falso fué su casamiento, ap.
Albricias, corazón mio.
D. Lop. Cuando es falsedad, señora,
El empleo, ¿qué incentivo
Puede estorbar lo piadoso?
¿Puede ocasionar lo esquivo?
D. Leon. Aunque a su fe me confieso,
A su amor no me habilito.
D. Lop. ¿Puedo saber el estorbo
De tanta esquivez?
D. Leon. Explico
Con un ejemplo, que pongo,
La dureza, que prosigo.
El ébano del Oriente,
Árbol bella, que el vestido
Tiene de negros colores
Para mostrar a los siglos
Que puede en lo tenebroso
Caber también lo lucido,
Si acaso un golpe le corta,
(Parece que de sentirlo).
De su forma se ha mudado,
Y piedra se ha convertido.
Ansi también padeciendo
Mi corazón el nocivo
Golpe injusto de traiciones,
Fué cortado, y dividido
En dos vitales pedazos,
Que el sentimiento los hizo
Quedando entonces tan duro,
Que ébano, se ha parecido,
Pues ya piedra le conozco
Cuando el golpe le averiguo.
Mirad agora si puede
Lo que es piedra conocido
En el amor de D. Diego,
Aunque firme le examino,
Enternecerse a los llantos,
Ablandarse a los suspiros.
D. Lop. D. Diego, éste era el deseo,
Que por vos he pretendido,
Decid el gusto, que os lleva
En el empeño, ¿qué sigo?
D. Dieg. Si ya me tenéis casado
Con vuestra hena, es delirio
Que estorbe, lo que no quiero,
Una dicha, que consigo.
D. Lop. Da pues, Isabel, la mano
A D. Diego.
D. Dieg. En ella escribo,
Mi ventura, porque siempre
Vea un bien; que en ella cifro.
D. Isab. De Leonora los engaños
Ya n verdades conmigo,
Siendo pues un falso empleo
De lo cierto vaticinio.
D. Leon. Ya qué el hado os fié piadoso,
Ya que amor os fué propicio,
Ésta es mi mano, D. Lope.
D. Lop. Aqui me tenéis rendido,
Y deste caso se aprenda
De una amistad el prodigio.
Rost. Ellos se casan, señores,
Con bastante regocijo,
Como si agora enviudaran.
Puñ. Al casarme me persigno.
Flor. ¿Desa suerte no te casas?
Puñ. Eso era hacerme novillo.
Rost. ¿Pues qué falta en la comedia?
Puñ. Finis, laus Deo.
Aun verde, noble Senado.
Rost. Un juicio
Con la comedia ha salido,
Siendo agora la primera,
Si en ella pudo serviros,
Tenga propios los aplausos
Aunque extranjero ha nacido;
Y siendo amigo tan vuestro
El Autor, le dad un vítor
Para que diga dos veces
Hay amigo para amigo.
FIN
Núcleo de Pesquisas em Informática, Literatura e Lingüística